
Voy rompiendo el tiempo incierto,
los minutos, con carga de pesares,
las horas, con su indiferencia que humilla,
los segundos, letras que no se entienden.
Llega la angustia, que se aloja en mis huesos,
la tristeza, silencia mi voz ya cansada,
el dolor, que penumbra las entrañas,
todos son puñales, que se mecen en mi cuello.
Cada mañana, un lucero mira mi llanto,
al medio día, sucumben mis esperanzas,
el ocaso, usufructúa mi desdicha y arrastra mis sombras,
en la noche, el lodo cubre mi desnudez.
Solo tus labios, jurarán en mis heridas,
en la locura de tener tu amor sincero,
que será, un rosario de ave marías,
donde hinquemos el dolor, hecho religión.